No te Desampararé, Ni te Dejaré

(Versión Reina Valera 1960)

Me aferré a estas palabras mientras buscaba librarme de la homosexualidad cuando mis amantes me dejaban. Finalmente comprendí que durante 13 años yo había intentado llenar una necesidad espiritual de una manera emocional/sexual, buscando un propósito, seguridad, e identidad en las mujeres en lugar de buscarlo en mi Creador, y creyendo una mentira de mí misma. Había llegado a un lugar de una verdad real sacada de la Biblia, y solamente a través del conocimiento personal del Señor pude empezar a entender mi identidad real.

Crecí en una familia católica de clase media con una hermana mayor. Nosotros no nos comunicábamos, y nunca me sentí como parte de la familia. Me sentía muy inferior a mi hermana y ella me excluía de muchas de sus actividades. Mi madre siempre me estaba llevando a los médicos por varios hábitos nerviosos y cosas como zapatos ortopédicos y aparatos de ortodoncia.

Yo adquirí un sentido negativo de mí misma por todo esto, y tenía fantasías todas las noches de que yo podría ser un niño. Yo me alisaba el pelo hacia atrás y jugaba con la ropa de mi padre. Poco a poco, me dí cuenta que algo estaba mal. Busqué en la biblioteca y encontré, a la edad de 12 años, la palabra, “lesbiana”. ¡Eso era! Tontamente acepté esto como una realidad peculiar, y continué con mis deseos intensos y fantasías acerca de otras niñas hasta que el deseo de ser hombre se hizo tan obsesivo que empecé a pensar en mí misma como uno de ellos. Sentía, como muchos en esta condición, que yo era un hombre dentro de un cuerpo de mujer.

El estar dos años más adelantada que otros en la escuela se sumó a mi inmadurez social e inferioridad. A los 13 años, “me enamoré” de una compañera, y esto parecía ser mutuo. Yo supe más adelante que el coqueteo, las cartas de amor y el juego de sexo fueron solo un pasatiempo en aquella escuela de niñas, y me sentí derrotada.

A los 16 años, empecé a trabajar tiempo completo en steno pool y “me enamoré” con cada una de las 30 mujeres en la oficina. Sola, confundida, y frustada, empecé a emborracharme y a tomar drogas después del trabajo. Esto me ayudó a sentirme más comoda alrededor de otros, pero esto también hizo brotar el dolor de ser diferente, y me aislaba a llorar.

Luego dejé esto y empecé a estudiar sicología con la intención de entenderme a mí misma. Conocí a un hombre que me dijo que era homosexual, y estaba contenta de que finalmente podía expresar mis sentimientos acerca de las mujeres con alguien que me entendería. El afirmó que yo era realmente “homosexual”, y, puesto que no había quien confirmara, negara, o explicara mis sentimientos hacia el mismo sexo, le creí e incorporé este “homosexualismo” en mi identidad a la edad de 18 años.

Él me introdujo en la vida “homosexual” donde conocí a Donna en un bar y tuve mi primera experiencia sexual. Habiendo sido mi “homosexualismo” confirmado fué extremadamente perturbador. No lo podía entender o aceptar, pero mis “amigos” me dijeron, “una vez lesbiana, siempre serás lesbiana”, entonces escapé de estas noticias dolorosas tomando drogas con ácido, licor y pastillas. Yo estaba en una permanente busqueda por el sexo, lo que confudí por amor y cuidado. Me relacioné con varias mujeres al mismo tiempo, justificándome como “una chauvinista femenina liberada”.

El sexo se convirtió en mi dios, y yo empecé a evangelizar en el nombre del sexo, “liberando” a otros para que experimentaran lo último en la libertad de su sexualidad, y animándolos en sus perversiones particulares. Realmente creí que el sexo era la respuesta, y, aunque los cuatro años que tuvimos, mi primer amante y yo, eran extremadamente inestables y explosivos, le exigí que ella viviera conmigo. Nuestra relación se hizo más abusiva, y después de 6 meses, ella se fué.

Fué la primera vez en mi vida que yo me encontraba realmente sola. Yo estaba en un vecindario nuevo, en un trabajo nuevo, un apartamento deprimente, sin amigos, y alienada de mis padres. Continué con las drogas y los bares, recogiendo extraños y muchas veces despertándome sin saber donde estaba o con quién. Entré en la pornografía y tuve parejas que estaban enfermas mentalmente, que eran candidatos a suicidarse, o prostitutas. Yo acepté muchas mentiras acerca de mí misma, pero la más grande fué que yo era feliz!

Así como mi aislamiento anterior me había llevado a aceptar, de otro, la definición de mi homosexualidad, el completo encierro de mi vida con solamente personas homosexuales me llevó a aceptar esta limitada definición de mi felicidad. Yo estaba tan atrapada en la vida que algo sucedió que muchos pueden encontrar difícil de entender.

Yo tuve relaciones sexuales con una mujer que se apartó del Cristianismo, aunque yo solo quería su amistad. Ella fue la primera persona que realmente se preocupó acerca del problema en que yo estaba, y me sentí segura con ella. Aunque eramos amantes, ella me empezó a enseñar valores que yo no conocía. Después de dos años, la dejé por alguien más bonita, pero ella sabía que estaba bien que termináramos y así dedicarse al Señor, y que ella había “sembrado una semilla” de la palabra de Dios.

Tan extraño como todo esto suena, mantuve una amistad con ella y ella continuó su ministerio conmigo, enseñándome en la Biblia que la homosexualidad está mal. Antes, no me importaba lo que decían los demás acerca de lo malo que era, pero la palabra de Dios realmente me hizo pensar, y yo no podía dejar de llorar. “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)

Mi amante no quería que termináramos e intentó mostrarme “aspilleras” en la palabra de Dios, pero esto no le dió resultado. Viendo la película, “The Late Great Planet Earth” realmente me inspiró buscar el Señor, y ordené cursos bíblicos. Mientras más entendía, más me dí cuenta que tenía que dejar a mi amante. Otras circunstancias también me llevaron hacia Dios. Yo fuí violada, y pronto después de esto, mi madre murió. Desarrollé una severa condición de la glándula tiroides, resultando en una confusión emocional, y tuve que dejar mi trabajo para poder completar mi título de Maestría. Mi amante no pudo tolerar las exigencias familiares, mi inestabilidad emocional y la tensión económica.

Yo decidí hacer lo mejor para todos los interesados. Regresé a casa para ayudar a mi padre, terminar mi grado, dejar que mi ex-amante madurara, y dejar la vida “homosexual”. Yo empecé a ver como el Señor tuvo que quitarme todas estas cosas para que pudiera encontrar mi identidad en Él. Llegué a conocer mejor a mi padre y a desarrollar una actitud más positiva hacia los hombres. El estado de la glándula tiroides me parecía ser una expresión de todos los sentimientos que estaban atorados en mi garganta.

Las cosas empezaron a tener sentido en medio de la crisis, pero persistían las dificultades. Yo era muy conciente de mis ojos salidos e hinchados debido a la tiroides, haciendo que mis sentimientos de inferioridad crecieran, haciendo difícil mantener el contacto visual en mi trabajo.

Las patologías fingidas y la terapia de emoción libre en el hospital siquiátrico donde yo trabajaba se convirtieron en una amenaza, y yo me defendía, borrando todas las emociones hasta quedar insensible. Me sentía fea y totalmente aislada de mi misma, así que encontré una terapista. Con el tiempo, ella me pidió que viviera con ella, y yo no podía creer cómo la relación comenzó a volverse sexual. Yo me preguntaba si iría a tener alguna vez un amigo verdadero y confidente.

Y vino después Alicia. Yo era vulnerable y necesitada, y ella era fuerte, apoyadora y cariñosa. Ella tenía pocas relaciones “homosexuales”, pero ella, como yo, deseaba dejarlas. Yo pensaba que era maravilloso tener una amiga que deseaba buscar un estilo de vida “heterosexual”.

Sin embargo, la amistad, el amor y el sexo estaban muy confundidos en mi mente, y parecía que no podía parar mis contactos con otras mujeres. Ya que en mi rechazo personal no podía recibir el amor de Alicia solamente basado en lo emocional, yo lo buscaba con otras en el sexo. Ella trató de entenderme y penetrar a través de mis barreras emocionales.

Luego Satanás desvió nuestra frágil amistad a una intense relación de amantes. Esto me hizo sentir más fuerte, y mi auto-imagen masculina surgió con una fuerza plena. Me volví muy dominante, ella se volvió más sumisa, y nosotras caimos en una vida sexual más perversa. A medida que mi vida se fortalecía, la de ella se deterioraba manifestada en frecuentes pérdidas de trabajo, desahucios, intentos de suicidio y hospitalizaciones siquiátricas.

Ella perdió el control, y se volvió físicamente abusiva con ella misma y conmigo. Empecé a sentirme totalmente responsable de ponerle solución a cada una de sus crisis; responsable por su vida o muerte, como si fuera su dios. Yo me sentía atada debido a sus intentos suicidas – Yo me quería ir, pero eran reales, y yo tenía miedo.

Un día, después de una pelea, yo quise ir a alguna parte y encontré un clasificado anunciando una reunión de Emociones Anónimos. Bueno, era algo que hacer, y no sabía que esto era el principio mi caminar con Dios. Era el principio de la esperanza, y nunca me había atrevido a confiar en que las cosas podían ser mejores. Con la ayuda de mi “Poder Superior” (Dios), yo finalmente empecé a verme a mi misma, enterrada bajo las capas de mentiras y escusas. Era tal el alivio de no tener que depender en mi pobre y confundido ser para poder enderezar el lío.

Entonces, ¡eso era de lo que se trataba el Señor! Todo lo que yo tenía que hacer era aceptarlo y confiar en Su habilidad de ayudar mientras le entregaba las cosas a Él en la oración. Yo aprendí que Él era un Dios amoroso, no uno castigador, y Él sabía lo que yo necesitaba.

El Señor me envió una bella mujer cristiana quién dijo que le gustaría a patrocinarme. Trabajando muy cerca conmigo durante varios meses, ella me ayudó a desenredar los nudos de mi vida. Ella me ayudó a darme cuenta que los problemas que yo proyectaba hacia el mundo realmente estaban dentro de mí. Yo ví que, con la ayuda de Dios, yo podía hacer que las cosas sucedieran y no que estas me sucedieran. Yo tenía una opción, algo que yo nunca creí antes – no solo “una vez lesbiana siempre lesbiana”. ¡No tenía que estar sola, yo podía llegar a otros, podía tener sentimientos en lugar de dolor!

Esto era todo maravillosamente caleidoscópico, y necesitaba ayuda para identificar los nuevos sentimientos, ¡pero yo me sentía llena de vida! Ella me invitó a su iglesia, donde era refrescante estar entre un compañerismo sólido y ver matrimonios sanos. Yo vine a darme cuenta de mi dilema: era cristiana y todavía tenía sentimientos “homosexuales” y no sabía que hacer al respecto.

Mi amiga cristiana era amable pero firme en decirme que yo tenía que dejar la relación. Yo sabía que esto era cierto pero, había tanto dolor, que me sentí incapaz de hacerlo. Mientras oraba por respuestas, el Señor me demostró que era más doloroso permanecer en la relación, pero aún me sentía incapaz. Después de más oraciones, ví un clasificado sobre una conferencia sobre ministerios de “ex-homosexuales” en Colorado en junio de 1983, y asistí.

¡Huy! El Señor lo tenía todo planeado – las respuestas se encontraban aquí. Durante una semana de seminarios, yo empecé a entender la condición homosexual en toda su totalidad desde un punto de vista bíblico. El Señor conoce las respuestas a tales cosas – Él conoce nuestras necesidades y nuestras debilidades y nos las muestra en Su palabra – el último lugar donde yo hubiera pensado buscar las respuestas. Fué un verdadero alivio ver que yo no era la única persona buscando las respuestas con tanta intensidad, y había tantos otros que habían resuelto el problema, algunos de ellos ya casados y con familias.

Al poco tiempo después de esto, yo asistí a las reuniones del ministerio LIFE en Manhattan y encontré allí el amor, consejería, y el apoyo que necesitaba para hacer realmente el cambio. Yo tenía una visión muy clara de mí misma saliendo de una gran coraza en la que estaba atrapada, y yo sabía que esto venía del Señor. Esto era el comienzo de una nueva vida; la coraza de mi homosexualidad se había roto. Desde entonces, el Señor me ha estado sanando y restaurando.

No ha habido mucha tentación porque el sexo no era lo que yo estaba buscando. Yo estaba buscando el amor que he encontrado en Jesús. Él llena todos mis vacíos y necesidades, y Él nunca me decepciona. Después de tantas relaciones quebrantadas, ¡aquí hay Alguien que nunca me va a dejar o desamparar! Por primera vez en 17 años, he podido estar sola sin el dolor de la soledad.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es a los que conforme a su propósito son llamados …” (Romanos 8: 28). Me guió hacia una carrera en consejería y me ha ayudado utilizar todo el dolor de mi vida para empatizar con otros y darles esperanza. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de compasión y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos nosotros también consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación que nosotros hemos recibido de Dios.” (2 Cor. 1: 3)

Yo escribo este testimonio no solamente para otros, sino como una nota personal de gratitud al Señor por darme libertad a través de Su amor y verdad. ¡Yo lo alabo porque he podido amar y aceptarme a mi misma como Él me creó, una mujer, y que en Él soy una nueva creación!

Mirando hacia atrás, parece como otra vida. Durante 7 años de vida célibe, el Señor me ayudó en mis relaciones preparándome para el matrimonio. Una prima viuda y yo trabajamos juntas, dándonos fortaleza la una a la otra hasta que estuvimos listas para salir a un mundo desafiante de solteras. Yo llegué a sentirme abrumada y un día me rendí del todo a Dios, aceptando completamente mi soltería y decidiendo no continuar encontrándome con otras personas más.

Una vez que hice eso, conocí a John en el “Music and Art Lovers Club” del cual me hice miembro. Nuestra conversación fluyó libremente por unas cuantas horas y supe que era algo especial. Yo disfruté completamente siendo mujer durante los meses que nos vimos, pero sabía que tenía que contarle de mi pasado, y no sabía como hacerlo.

Una noche simplemente se lo dije, y terminé diciendo, “No sé como esto te afectará o a nuestra relación pero solo sé que – aunque tuviera que estar sola, yo estoy muy agradecida de haber escapado de ese estilo de vida.” Él me besó suavemente y me dijo, “yo también estoy agradecido” y en ese momento, sentí un verdadero amor incondicional.

Hemos estado casados por cuatro años ya, y Dios me ha revelado tanto de Él mismo a través de nuestro matrimonio. Ha sido curativo tener a alguien que me respalde y sentir finalmente que tengo un hogar. Además el Señor me ha traído otros a mí buscando ser curados como fuí yo, y les doy apoyo, esperanza y entendimiento. Aunque Dios conoce nuestro deseo por una familia propia, por ahora estoy cuidando y sirviendo de madre a las personas quebrantadas que Él me envia. (P. B.)